El gran misterio, la pregunta del millón, por qué me gustas, por qué me late el corazón. Si bien es en la adolescencia cuando brotan los primeros sentimientos distintos con respecto a otros individuos, no es algo exclusivo de esta época vital. El enamoramiento y sus misterios alcanzan a todos y, pese a relacionarse con el corazón, es el cerebro el que tiene las respuestas que explican el amor
El cerebro, dice el experto en Neurofisiología Francisco Mora, es “un espejo”. Ordenado y preparado, recibe estímulos del medio que le rodea, elabora, procesa, recompone la realidad y mantiene alerta el objetivo: mantenernos vivos. Sin embargo, también es una realidad que entre el hombre y la mujer hay diferencias de comportamiento ante un mismo estímulo sexual, por ejemplo.
Hoy se sabe que, en relación al peso del cuerpo, las mujeres tienen un cerebro más pequeño. Además, algunas áreas cerebrales básicas, responsables de la conducta tanto emocional como cognitiva, son desiguales en hombres y en mujeres, tanto en su aspecto como en su funcionamiento. Las últimas técnicas de imagen cerebral lo demuestran: ciertas estructuras del cerebro emocional, como la amígdala y el hipotálamo, se activan de modo desigual cuando a ambos se les muestran fotografías eróticas, por ejemplo.
Según explica Francisco Mora, un estudio reciente ha dado luz verde a la actividad cerebral específica cuando se trata del amor romántico. Se buscaron candidatos por internet, se eligieron 17 personas que aseguraron estar “verdadera, profunda y locamente enamoradas”. La edad media no llegaba a los 24 años. La investigación consistió en mostrarles fotografías de la persona que amaban y comparar después las respuestas a las que daban cuando se les dejaba ver imágenes de parientes o amigos. La actividad del cerebro fue diferente entre ambas situaciones, y distinta también a la acostumbrada explicación de la literatura científica para este tipo de asuntos.
La actividad neuronal se desveló única y fue especialmente relevante la activación de una parte muy concreta de la corteza cingulada anterior, pero también la corteza prefrontal derecha y la corteza temporal de ambos hemisferios.
Pistas
RECEPTORES. Los receptores del cerebro son los ojos, los oídos, el tacto, el gusto y el olfato. Cuando son estimulados por energías específicas como la luz, el sonido, la deformación mecánica de la piel y moléculas diversas revelan y transportan al cerebro una cierta información física que detectan.
ESENCIA CEREBRAL. El cerebro no tiene ojos especiales en la superficie del cuerpo capaces de detectar el placer. Aun cuando tenga receptores específicos para detectar el dolor, la interpretación final de malo sólo la realiza el cerebro emocional. El placer o el dolor no existen en el mundo de afuera, simplemente los crea el cerebro en un juego siempre activo entre la carga genética y las experiencias y aprendizajes.
DATOS. Existen datos científicos que muestran que el estímulo aplicado sobre ciertas áreas del cerebro humano hace que éste evoque, por ejemplo, una sensación placentera especialmente sexual. Es más, los estudios demuestran cómo a un individuo que está hambriento se le da la opción de elegir entre comer o seguir autoestimulando el área del cerebro que produce sensaciones sexuales, prefiere estas últimas.
PARECIDO AL PRIMATE. El cerebro humano no es muy diferente al de los primates o al de cualquier otro mamífero en cuanto al fenómeno de la autoestimulación cerebral. Tras estudios realizados con animales, se supo que la estimulación de ciertas áreas del cerebro producía una activación general del organismo, y se pensó que bien podrían conseguirse beneficios para enfermos psiquiátricos, por ejemplo.